
(Medjugorje.hr) – La solemnidad de la Inmaculada Concepción se celebró en Medjugorje y la Santa Misa de la tarde fue celebrada por el Visitador Apostólico de la parroquia de Medjugorje, el arzobispo Henryk Hoser, junto con 14 sacerdotes concelebrantes. Hubo dos Misas Misas más en idioma croata ese día, así como en otros idiomas de los grupos representados en Medjugorje en esos días.
A continuación compartimos el texto de la homilía de Mons. Henrik Hoser en esta celebración de la Inmaculada Concepción:
Queridos hermanos y hermanas:
Al terminar la adoración al Santísimo Sacramento, aquí en Medjugorje, nosotros rezamos el “Bendito sea Dios”, las alabanzas a la Santísima Virgen, a San José y a todos los santos. De la Santísima Virgen María decimos particularmente palabras relacionadas a la solemnidad de hoy: “Bendita sea su Santa e Inmaculada Concepción”. El gran misterio de María puede ser sintetizado en tres eventos, tres verdades inmutables y esenciales: la Inmaculada Concepción, la Maternidad Divina y la Asunción.
La Santísima Virgen María no sabía desde el principio que era inmaculada. Se lo ha anunciado el ángel Gabriel en la anunciación: “Alégrate, llena de gracia,el Señor está contigo”[1]. Dios mismo le revela a María su santidad, su elección entre todas las mujeres y sumisión redentora. Será la Madre de Dios, será la Madre del Hijo de Dios Omnipotente.
¿Cuál es el significado de este título “Inmaculada Concepción”, de esta expresión que santa Bernadette Soubirous escuchó de los labios de María y no había comprendido? En el año 1854, cuatro años antes de las apariciones de Lourdes, el Papa Pio IX había promulgado un dogma de fe católica que se refería a esto y que dice: “la Santísima Virgen María fue preservada inmune de toda mancha de culpa original desde el primer instante de su concepción, por singular privilegio y gracia de Dios Omnipotente, en atención a los méritos de Cristo-Jesús, Salvador del género humano”[2].
Esto significa que Dios ha escogido a María antes de la creación del mundo para que -con palabras de San Pablo– fuera santa e inmaculada en su presencia,en el amor.[3] Esto también significa que la Santísima Virgen María fue libre no solo del pecado original, de la concupiscencia y de la inclinación al pecado que lo acompaña, sino que también estaba libre de todo pecado personal.
Nosotros, hombres comunes, no tenemos ni el conocimiento, ni la conciencia, ni la experiencia de una vida sin pecado. Los hombres comunes y corrientes, que somos bautizados y confirmados, al comienzo de cada Eucaristía confesamos nuestros pecados, nos liberamos del pecado cuando nos acercamos al sacramento de Misericordia Divina, al sacramento de la Reconciliación. A pesar de todo, la Santísima Virgen María no lo tuvo fácil, al contrario, tuvo un camino de fe y un camino de sufrimiento. La espiritualidad cristiana conoce la devoción de los siete dolores de la Madre del Cielo, que se refiere a los eventos que están presentes en los Evangelios en los que la Madre de Jesús sufrió mientras acompañaba al Hijo en su misión redentora.
El primer motivo de dolor es anunciado en la profecía de Simeón, quien dice palabras llenas de significado: “Este está puesto para caída y elevación de muchos en Israel, y para ser señal de contradicción – ¡y a ti misma una espada te atravesará el alma! – a fin de que queden al descubierto las intenciones de muchos corazones”[4].
A este primer dolor le siguen la huida a Egipto, la pérdida de Jesús en el Templo, María viendo a Jesús colgando de la cruz, María permaneciendo al pie de la cruz, la deposición de Jesús de la cruz y la sepultura de Jesús en el sepulcro.
El sufrimiento de María supera con creces estos siete eventos de los que hablan los Evangelios. La Inmaculada ha compartido el sufrimiento de su Hijo, el cual se confrontaba con el pecado del mundo. Ha compartido el sufrimiento de su Hijo en el Huerto de los Olivos: al entrar en su lucha y sudar sangre y cuyas gotas caían en tierra. En aquel momento, Jesús veía el pecado del mundo, nuestro pecado, nuestros pecados.
En Lourdes María se define como la Inmaculada Concepción. Esto significa que en este mundo Ella es la obra maestra del Creador, el ser más perfecto que ha salido de las manos del Dios. Llena del Espíritu Santo, María nos engendra para Dios y nos guía hacia la santidad de vida, la cual es nuestra vocación universal y el fin de nuestra existencia.
Santa María, ruega por nosotros, pobres pecadores. Amén.
[1] Lc 1, 28
[2] Pio IX. Ineffabilis Deus, 18. 8 de diciembre de 1854.
[3] Ef 1, 4
[4] Lc 2, 34-35