“El Misionero de la Misericordia: signo de acogida, fue el lema del III Encuentro Mundial de Misioneros de la Misericordia, que congregó en Roma, del 23 al 25 de abril de 2022, a más de 400 Misioneros de todo el mundo. El evento organizado por Consejo Pontificio para la Promoción de la Nueva Evangelización estaba previsto inicialmente para la primavera de 2020, pero debido a las medidas para contener la pandemia del Covid-19 no fue posible realizarlo. Ahora, este Dicasterio Vaticano encargado de gestionar y animar las actividades de los Misioneros de la Misericordia, puso en marcha esta iniciativa en cuanto le fue posible.

El Encuentro, tras la bienvenida de Monseñor Rino Fisichella, Presidente del Dicasterio, incluyó una mañana de «talleres», en los que los Misioneros pudieron encontrarse y compartir experiencias y prácticas pastorales desarrolladas durante la pandemia. Después de otras actividades, el Encuentro culminó primero con la participación en la Concelebración Eucarística del Domingo de la Divina Misericordia, presidida por el Santo Padre, el 24 de abril a las 10:00 horas, en la Basílica de San Pedro, y después con la Audiencia con el Papa Francisco al día siguiente. Entre los ponentes que ofrecieron reflexiones durante los días del Encuentro destacan: el Cardenal Raniero Cantalamessa, Predicador de la Casa Pontificia y el Padre Damián Guillermo Astigueta, Profesor Titular de la Facultad de Derecho Canónico de la Pontificia Universidad Gregoriana.

P. Francisco Verar junto a sacerdotes panameños y Mons. Rino Fisichella

El número de Misioneros de la Misericordia en todo el mundo no ha dejado de aumentar desde que fueron creados por el Papa Francisco en 2016. Actualmente hay 1.040 Misioneros de la Misericordia en todo el mundo, dentro de los cuales está el Padre Francisco Verar, quien fielmente junto a otros sacerdotes panameños acudieron al llamado hecho por Santo Padre a compartir esta experiencia en ciudad Vaticano.

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Cercanos al corazón del Papa

El Papa Francisco, reiteró a los misioneros que su ministerio es el «más cercano a mi corazón: ser un instrumento eficaz de la misericordia de Dios». Y que su número aumenta cada año, pero espera que pueda crecer más, e invita a los obispos a «identificar a los sacerdotes santos, misericordiosos, dispuestos a perdonar, para que se conviertan en auténticos misioneros de la Misericordia». Y agradeció al arzobispo Rino Fisichella, presidente del Dicasterio para la Nueva Evangelización, después de su saludo introductorio, porque los Misioneros de la Misericordia «fue una invención suya», porque «vio la necesidad de presencia de ustedes en la Iglesia» para perdonar «sin pasar por tantos tramites».

«Con el perdon de Cristo, ¡no se juega!»

«Dios no se detiene en las apariencias», recuerda Francisco, «y si juzgara sólo por las faltas, probablemente nadie se salvaría». Pero, ¿quién de nosotros no tiene alguna? No es así como se expresa la misericordia. Sabe mirar en el corazón de una persona, donde se esconde el deseo, el anhelo de volver al Padre y a su casa.

Y la exhortación con la que Francisco se despide es: «Tengan siempre a mano el manto de la misericordia, para envolver con su calor a quienes se acerquen a ustedes para ser perdonados». Luego ofrece consuelo «a los que están tristes y solos». Y, por último, «sean generosos como Rut, porque sólo así el Señor los reconocerá como sus fieles ministros». Dejando el discurso preparado, finalmente relata un diálogo con un confesor:

«Pero, Padre, usted sabe que, en este mundo moderno, con tantas cosas extrañas, tantos pecados nuevos, nunca se sabe, porque lo perdono, pero que tal vez mañana vuelva a pedir otro perdón». ¿Y qué le sorprende? La misma pregunta que Pedro había hecho al Señor, y la respuesta: setenta veces siete. Siempre. Siempre el perdón. No lo pospongas. «No, que tengo que consultar con el moralista…»: no lo pospongas. Hoy. «No, no sé si estás convencido». Pero mira, una persona que te pide perdón, ¿quién eres tú para preguntarle si está convencido o no? Le tomas la palabra y le perdonas. Y perdona, siempre. Por favor, perdona siempre. Con el perdón de Cristo no se juega, no se bromea.