La Virgen nos dijo el 1 de enero de 1987: «Queridos hijos, hoy deseo invitarlos a todos a que en este nuevo año vivan todos los mensajes que les estoy dando. Queridos hijos, saben que es por ustedes que he permanecido tanto tiempo: para enseñarles cómo dar los pasos en el camino de la santidad. Por eso, hijos míos: oren sin cesar y vivan todos los mensajes que les doy, porque todo lo hago con gran amor hacia Dios y hacia ustedes. ¡Gracias por haber respondido a mi llamado!»
La primera palabra de la Virgen es: “Queridos hijos…” y esto no deja de tener importancia. María nos invita, incondicionalmente. No dijo: “Queridos hijos ustedes que oran” o “ustedes que ayunan” Todos son sus queridos hijos, también yo, aunque no haya sido bueno y haya hecho muchas cosas que no son buenas, la Virgen me dice personalmente: “Querido hijo…”, “Querida hija…” Justamente cuando estoy alejado, cuando estoy en pecado tengo necesidad de esta palabra. ¿Qué hacemos nosotros, sabiendo que somos pecadores y sobre todo sabiendo que los demás son pecadores? ¿Los apartamos de nosotros, los juzgamos? La Virgen no actúa así.
Con este “Queridos hijos” la Virgen crea una atmósfera maternal, en la cual se pueden oír sus palabras sin miedo, sin angustia. Y si alguien me preguntase: ¿Cuál es la gracia más grande de Medjugorje? Mi respuesta sería: la presencia de la Virgen, que es una invitación a todos nosotros para convertirnos, para abrirnos al Señor. La presencia de la Virgen que crea una atmósfera de confianza, en la cual se abre el corazón y un corazón abierto oye las palabras. Y miren, esto no es una nueva verdad, una nueva revelación, sino una nueva situación que, cuando venimos aquí, nos dispone a escuchar. Por tanto, su palabra “Queridos hijos” es válida para todos.
Si la Virgen hubiese dicho tan solo esta palabra, tendríamos ya un gran mensaje, un mensaje muy profundo, porque no estamos solos. Ahora nadie puede decir: “estoy solo”, “no tengo a nadie”, porque la Virgen se presenta aquí como la Madre que muestra un gran interés por todos nosotros, por nuestra vida.
Su presencia aquí también conforma los mensajes, esto es, lo que Ella espera de nosotros cada día e incluso en el nuevo año. Ha dicho: “Deseo invitarlos a todos a vivir en el nuevo año todos los mensajes que Yo les doy”. Miren, el 24 de junio de 1987 Ella comenzó a hablar de la paz, la reconciliación, la oración, el ayuno, la fe y la confesión. Estos son sus mensajes y en el nuevo año nos dice: “vívanlos”.
Cuando hayamos comprendido que estos mensajes que da la Virgen son para nosotros, entenderemos y encontraremos la fortaleza y también el valor para vivirlos. Yo, trabajando aquí, hablando con muchísima gente, veo un problema que es un problema general en la fe. A veces me parece que mucha gente tiene la impresión de que los sacerdotes, la Iglesia o la Virgen aquí, pretendemos venderles a cualquier costo una mercancía, como si se tratara sólo de vender una mercancía a todo el que viene. Así, mucha gente se resiste, no quiere y dice: “¿Cómo es posible? ¿Por qué?”. La Virgen dijo claramente una vez: “comiencen a hacer lo que les digo y no se arrepentirán”.
Muchos quizás estamos dispuestos a emprender el camino de la santidad si los demás comienzan primero. Pero al pensar así, estamos juzgando a los demás. La Virgen dice: “Todos son mis hijos”, es decir que yo debo comenzar ahí donde me encuentre. Quizá no sea una casualidad que deba ser justamente en la familia, en la comunidad, en la parroquia o en el trabajo y esta es la tarea que la Virgen espera de ti. Nadie puede hacerlo en el mundo, solamente tú, porque se trata de personas concretas. Si tú no consuelas a alguien que está triste, ¿quién lo consolará?
Una vez, la Madre Teresa durante una visita a una reina, esta le dijo: “Oh, madre, eso que usted hace no lo haría yo ni por un millón de dólares”, la Madre Teresa le respondió: “Tampoco yo, ni por dos millones” La reina se quedó perpleja y le preguntó: “¿Entonces por qué lo hace?” y ella respondió: “porque en cada enfermo yo veo a Jesús”. Si comienzo a orar regularmente se desarrollará en mí otra mirada, la mirada de Jesús y lo veré en los demás. Este es el camino de la santidad, porque si oro incesantemente no tendré tiempo de pecar, esto es, de destruir con mis obras y con mi vida.
La Virgen dice, además: “Yo lo hago con gran amor hacia Dios y hacia ustedes”. También aquí se muestran dos dimensiones, si la Virgen no amase a Dios como lo ama, no podría amarnos a nosotros tal como somos. Para la Virgen la razón para amarnos es porque ama a Dios, si nosotros queremos seguir a la Virgen, amando a Dios podremos amarnos unos a otros.
Fr Slavko Barbarić – 3 de enero de 1987