«Queridos hijos, hoy los bendigo de modo particular y oro para que regresen al buen camino, a mi Hijo, su Salvador, su Redentor; aquel que les dio la vida eterna. Mediten en todo aquello que es humano, en todo aquello que no les permite seguir a mi Hijo, en la transitoriedad, la imperfección y la limitación, y después piensen en mi Hijo: en Su inmensa divinidad. Con la entrega y la oración, ennoblezcan el cuerpo y perfeccionen el alma. ¡Estén preparados, hijos míos! ¡Les doy las gracias!»