«Queridos hijos, hoy los invito a renacer en la oración y a que con mi Hijo, por medio del Espíritu Santo, se conviertan en un pueblo nuevo, en un pueblo que sabe que si pierde a Dios, se pierde a sí mismo. Un pueblo que sabe que, no obstante todos los sufrimientos y pruebas, está seguro y a salvo con Dios. Los invito a que se reúnan en la familia de Dios y a que se fortalezcan con el poder del Padre. Individualmente, hijos míos, no pueden detener el mal que quiere reinar en el mundo y destruirlo. Sin embargo, por medio de la voluntad de Dios, todos juntos con Mi Hijo, pueden cambiarlo todo y sanar el mundo. Los invito a orar con todo el corazón por sus pastores, porque Mi Hijo los ha elegido. ¡Les doy las gracias!»