«Queridos hijos, mientras los miro, mi Corazón se oprime por el dolor. ¿A dónde van, hijos míos? ¡Están tan inmersos en el pecado que no saben cómo detenerse! Se justifican con el pecado, y viven según él. Arrodíllense bajo la Cruz y miren a mi Hijo. Él ha vencido al pecado y ha muerto para que ustedes, hijos míos, puedan vivir. Permítanme que los ayude a no morir, sino a vivir para siempre con mi Hijo. ¡Les doy las gracias!»