«Queridos hijos, mientras se les concede una gran gracia del cielo, su corazón permanece duro y sin respuesta. Hijos míos, ¿por qué no me entregan completamente sus corazones? Solo deseo poner en ellos paz y salvación: poner a mi Hijo. Con mi Hijo, su alma será dirigida a nobles metas y nunca se extraviará. Aun en la mayor oscuridad encontrarán el camino. Hijos míos, decídanse por una nueva vida con el Nombre de mi Hijo en sus labios. ¡Les doy las gracias!»