«Queridos hijos, desde hace mucho tiempo estoy con ustedes y les he mostrado la presencia de Dios y Su infinito amor, el cual deseo que todos ustedes conozcan. ¿Y ustedes, hijos míos? Ustedes continúan sordos y ciegos; mientras miran el mundo que los rodea, no quieren ver hacia dónde se dirige sin Mi Hijo. A pesar de ser Él la fuente de toda gracia, renuncian a Él. Me oyen mientras hablo, pero sus corazones están cerrados y no me escuchan. No oran al Espíritu Santo para que los ilumine. Hijos míos, la soberbia ha prevalecido. Yo les muestro la humildad. Hijos míos, recuerden: solo un alma humilde resplandece de pureza y de belleza, porque ha conocido el amor de Dios. Solo un alma humilde se convierte en un paraíso porque en ella está Mi Hijo. ¡Les doy las gracias! Una vez más les pido: oren por aquellos a quienes mi Hijo ha escogido, es decir, sus pastores.»