“Queridos hijos, por obra de la decisión y del amor de Dios, he sido elegida para ser la Madre de Dios y la Madre de ustedes. Pero también por mi voluntad y por mi amor ilimitado hacia el Padre Celestial y mi completa confianza en Él, mi cuerpo fue el cáliz del Dios-hombre. He estado al servicio de la verdad, del amor y de la salvación, como estoy aquí ahora, entre ustedes, para invitarlos, hijos míos, apóstoles de mi amor, a ser portadores de la verdad; para invitarlos a que, por medio de la voluntad y del amor de ustedes por mi Hijo, difundan Sus palabras, palabras de salvación. Para que con sus actos muestren, a quienes no han conocido a mi Hijo, Su amor. La fuerza la encontrarán en la Eucaristía, en mi Hijo que los nutre con Su cuerpo y los fortalece con Su sangre.
Hijos míos, junten sus manos y miren la Cruz en silencio. De esa manera, obtienen la fe para que la puedan difundir, obtienen la verdad para que puedan discernir, obtienen el amor para saber realmente cómo amar. Hijos míos, apóstoles de mi amor, junten las manos, miren la Cruz: solo en la Cruz está la salvación. ¡Les agradezco!”