«Queridos hijos, hoy los invito, en razón de su unión con mi Hijo, a dar un paso difícil y doloroso: los invito al reconocimiento completo y confesión de los pecados, a la purificación. Un corazón impuro no puede permanecer en mi Hijo y con mi Hijo. Un corazón impuro no puede dar frutos de amor y de unidad. Un corazón impuro no puede realizar cosas rectas y justas, no es ejemplo de la belleza del Amor de Dios para los que están alrededor de él y que no lo han conocido. Ustedes, hijos míos, reúnanse en torno a mí llenos de entusiasmo, de deseos y de expectativas, y yo oraré al Buen Padre, para que, por medio del Espíritu Santo de mi Hijo, ponga la fe en sus corazones purificados. Hijos míos, escúchenme, pónganse en camino conmigo!»