«Queridos hijos, estoy con ustedes por gracia de Dios: ¡para hacerlos grandes, grandes en la fe y en el amor, a todos ustedes! A ustedes, cuyos corazones se han vuelto duros como una piedra por el pecado y la culpa ¾mientras decía esto, la Virgen miraba a los presentes, con dolor y lágrimas en sus ojos¾. Y a ustedes, almas devotas, deseo iluminarlos con la fuerza de la fe y abrirles los caminos del amor y de la esperanza. ¡Sean perseverantes, yo estaré con ustedes!»