“Queridos hijos, como Madre de la Iglesia, como su Madre, sonrío mientras los veo venir a mí, cómo se reúnen en torno a mí y cómo me buscan. Mis venidas entre ustedes son prueba de cuánto el Cielo los ama. Ellas les muestran el camino hacia la vida eterna, hacia la salvación. Apóstoles míos, ustedes que se esfuerzan en tener un corazón puro y a mi Hijo en él, están en el buen camino. Ustedes que buscan a mi Hijo, buscan el buen camino. Él dejó muchos signos de Su amor. Él dejó esperanza. Es fácil encontrarlo si están dispuestos al sacrificio y la penitencia, si tienen paciencia, misericordia y amor por su prójimo. Muchos de mis hijos no ven y no escuchan porque no quieren. No aceptan mis palabras ni mis obras, pero mi Hijo, a través de mi, los invita a todos. Su Espíritu ilumina a todos mis hijos en la luz del Padre Celestial, en la comunión del Cielo y la tierra, en el amor recíproco. Porque el amor llama al amor y hace que las obras sean más importantes que las palabras. Por tanto, apóstoles míos, oren por su Iglesia, ámenla y hagan obras de amor. Por cuanto haya sido traicionada y herida, ella está aquí, porque proviene del Padre Celestial. ¡Oren por sus pastores!, para que ustedes puedan ver en ellos la grandeza del amor de mi Hijo. ¡Les doy las gracias!”.