«Queridos hijos, mi Corazón materno sufre inmensamente mientras observo a mis hijos que, obstinadamente, ponen lo que es humano por encima de lo que es Divino; a mis hijos que, no obstante todo lo que los rodea, y a pesar de todos los signos que les son enviados, piensan que pueden caminar sin Mi Hijo. ¡No pueden! Caminan hacia la perdición eterna. Por eso los reúno a ustedes, que están dispuestos a abrirme su corazón, que están dispuestos a ser apóstoles de mi amor, para que me ayuden, para que, al vivir el amor de Dios, sean un ejemplo para los que no lo conocen. Que el ayuno y la oración les den fuerza en esto; yo los bendigo con mi bendición maternal en el Nombre del Padre y del Hijo y del Espíritu Santo. ¡Les doy las gracias!»