«Queridos hijos, con amor materno yo les pido: entréguenme sus manos, permitan que yo los guíe. Yo, como Madre, deseo salvarlos de la inquietud, de la desesperación y del exilio eterno. Mi Hijo, con su muerte en la cruz, les ha demostrado cuánto los ama y se ha sacrificado a sí mismo por ustedes y por sus pecados. ¡No rechacen Su sacrificio y no renueven Sus sufrimientos con vuestros pecados! ¡No cierren a ustedes mismos la puerta del Paraíso! Hijos míos, no pierdan tiempo. Nada es más importante que la unidad en mi Hijo. Yo los ayudaré, porque el Padre Celestial me envía para que juntos podamos mostrar el camino de la gracia y de la salvación a cuantos no lo conocen. No sean duros de corazón. Confíen en mí y adoren a mi Hijo. Hijos míos, no pueden estar sin pastores, que cada día estén en sus oraciones. ¡Les doy las gracias!»