«Queridos hijos, con perseverancia y amor maternales les traigo la luz de la vida, para que destruya en ustedes la tiniebla de la muerte. No me rechacen, hijos míos. Deténganse y mírense ustedes mismos, y vean cuán pecadores son. Reconozcan sus pecados y oren por el perdón. Hijos míos, no quieren aceptar que son débiles y pequeños, sin embargo, pueden ser fuertes y grandes cumpliendo la voluntad de Dios. Entréguenme sus corazones purificados para que pueda iluminarlos con la luz de la vida, Mi Hijo. ¡Les doy las gracias!»