«Queridos hijos, hoy los invito a todos a decidirse por la santidad. Que para ustedes, hijitos, la santidad esté siempre en el primer lugar: en sus pensamientos y en cada situación, en el trabajo y en las palabras. Así, poco a poco, la pondrán en práctica, y paso a paso, la oración y la decisión por la santidad entrarán en sus familias. Sean verdaderos con ustedes mismos y no se aten a las cosas materiales, sino a Dios. Y no olviden, hijitos, que su vida es pasajera como una flor. ¡Gracias por haber respondido a mi llamado!»