«Queridos hijos, también hoy los invito a la conversión personal. Sean ustedes quienes se conviertan y con su vida den testimonio: amen, perdonen y lleven la alegría del Resucitado a este mundo en el que mi Hijo murió y en el que la gente no siente la necesidad de buscarlo ni de descubrirlo en su vida. Adórenlo y que vuestra esperanza sea la esperanza de aquellos corazones que no tienen a Jesús. ¡Gracias por haber respondido a mi llamado!»