«Queridos hijos, también hoy el Altísimo me concede la gracia de estar con ustedes y de guiarlos hacia la conversión. Día tras día siembro y los invito a la conversión: para que sean oración, paz, amor, y trigo, que al morir produce el céntuplo. No deseo que ustedes, queridos hijos, tengan que arrepentirse por todo lo que pudieron hacer y no hicieron. Por eso hijitos digan de nuevo con entusiasmo: “Deseo ser un signo para los demás”. ¡Gracias por haber respondido a mi llamado!»