«Queridos hijos, también hoy me alegro con ustedes y los invito al bien. Deseo que cada uno de ustedes medite y lleve la paz en su corazón y diga: “¡Yo quiero poner a Dios en el primer lugar de mi vida!”. De este modo, hijitos, cada uno de ustedes llegará a ser santo. Hijitos, digan a cada uno: “Yo te deseo el bien” y él te retribuirá con el bien, y el bien, hijitos, habitará en el corazón de cada hombre. Esta noche, hijitos, les traigo el bien de mi Hijo, que dio Su vida para salvarlos. Por eso, hijitos, alégrense y extiendan las manos hacia Jesús, que es solo bien. ¡Gracias por haber respondido a mi llamado!»