«Queridos hijos, con el tiempo cuaresmal, ustedes se acercan a un tiempo de gracia. Su corazón es como una tierra labrada que se prepara para recibir el fruto que germinará en bien. Ustedes, hijitos, son libres de elegir el bien o el mal. Por eso los invito: oren y ayunen, siembren alegría, y en sus corazones el fruto de la alegría crecerá para su bien; otros lo verán y lo recibirán a través de su vida. Renuncien al pecado y elijan la vida eterna. Yo estoy con ustedes e intercedo por ustedes ante mi Hijo. ¡Gracias por haber respondido a mi llamado!»