«Queridos hijos, hoy deseo cobijarlos con mi Manto y deseo conducirlos a todos por el camino de la conversión. Queridos hijos, les ruego que entreguen al Señor todo su pasado, todo el mal que se ha acumulado en sus corazones. Deseo que cada uno de ustedes sea feliz, pero con el pecado nadie puede serlo. Por lo tanto, hijos queridos, oren y en la oración conocerán el nuevo camino del gozo. El gozo se manifestará en sus corazones y así podrán ser testigos gozosos de lo que mi Hijo y yo deseamos de cada uno de ustedes. Los bendigo. ¡Gracias por haber respondido a mi llamado!»