«Queridos hijos, también hoy estoy con ustedes de una manera especial, meditando y viviendo en mi Corazón la Pasión de Jesús. Hijitos, abran sus corazones y denme todo lo que hay en ellos: las alegrías, las tristezas y cada dolor, aun el más pequeño, para que los pueda ofrecer a Jesús y para que Él, con su inconmensurable amor, queme y transforme sus tristezas en el gozo de Su Resurrección. Por eso ahora los llamo, hijitos, de un modo particular, a que abran sus corazones a la oración, de modo que a través de la oración, se vuelvan amigos de Jesús. ¡Gracias por haber respondido a mi llamado!»