«Queridos hijos, ¡que este tiempo sea para ustedes tiempo de oración y de silencio! Que descanse su cuerpo y su espíritu, que permanezca en el amor de Dios. Permítanme, hijitos, que los conduzca: abran sus corazones al Espíritu Santo para que todo el bien que hay en ustedes, florezca y produzca frutos al céntuplo. Comiencen y finalicen el día con la oración con el corazón. ¡Gracias por haber respondido a mi llamado!»