«Queridos hijos, hoy oro por ustedes y con ustedes para que el Espíritu Santo los ayude y les aumente la fe, de modo que acepten aún más los mensajes que les doy aquí, en este lugar santo. Hijitos, comprendan que este es un tiempo de gracia para cada uno de ustedes, y conmigo, hijitos, ustedes están seguros. Deseo conducirlos a todos por el camino de la santidad. Vivan mis mensajes y vivan cada palabra que les doy. ¡Que estas palabras sean preciosas para ustedes porque vienen del Cielo! ¡Gracias por haber respondido a mi llamado!»