«Queridos hijos, también hoy el Altísimo me concede la gracia de poderlos amar y de llamarlos a la conversión. Hijitos, que Dios sea su mañana, no la guerra ni el desasosiego, no la tristeza sino la alegría y la paz deben reinar en los corazones de todos los hombres; y sin Dios nunca podrán encontrar la paz. Hijitos, por eso regresen a Dios y a la oración para que su corazón cante con alegría. Yo estoy con ustedes y los amo con inmenso amor. ¡Gracias por haber respondido a mi llamado!»