«Queridos hijos, hoy los invito a renovar la oración y el ayuno, incluso con mayor entusiasmo, hasta que la oración se convierta en alegría para ustedes. Hijitos, quien ora no teme el futuro y quien ayuna no teme el mal. Les repito una vez más: solo con la oración y el ayuno incluso las guerras pueden ser detenidas, las guerras de vuestra incredulidad y del miedo por el futuro. Estoy con ustedes y les enseño, hijitos: en Dios está su paz y su esperanza. Por eso, acérquense a Dios y pónganlo en el primer lugar en su vida. ¡Gracias por haber respondido a mi llamado!»