«Queridos hijos, los invito a abrirse a Dios. Observen, hijos míos, cómo la naturaleza se abre, da vida y frutos. Del mismo modo yo los invito a ustedes también a la vida con Dios y a una entrega completa a Él. Hijos míos, estoy con ustedes y deseo introducirlos continuamente en la alegría de la vida. Deseo que cada uno descubra la alegría y el amor que se encuentran solo en Dios, y que solo Él les puede dar. Dios no quiere nada de ustedes, sino solamente su entrega. Por lo tanto, hijitos, decídanse seriamente por Dios, porque todo lo demás es pasajero. ¡Solo Dios es imperecedero! Oren para poder descubrir la grandeza y la alegría de la vida que Dios les da. ¡Gracias por haber respondido a mi llamado!»