«Queridos hijos, la razón por la cual estoy con ustedes, mi misión, es ayudarlos a que venza el Bien, aunque esto ahora a ustedes no les parezca posible. Sé que muchas cosas no las comprenden, como tampoco yo comprendía todo lo que mi Hijo me enseñaba mientras crecía junto a mí. Sin embargo, yo le creía y lo seguía. Esto mismo les pido a ustedes: créanme y síganme. Pero, hijos míos, seguirme significa amar a mi Hijo por encima de todo, amarlo en cada persona sin distinción. Para lograrlo, los invito nuevamente a la renuncia, a la oración y al ayuno. Los invito a que la vida de su alma sea la Eucaristía. Los invito a ser mis apóstoles de luz, aquellos que difundirán en el mundo el amor y la misericordia. Hijos míos, la vida de ustedes es solo un abrir y cerrar de ojos en comparación con la vida eterna. Y cuando lleguen ante mi Hijo, Él verá en sus corazones cuánto amor han tenido. Para que puedan difundir debidamente el amor, le pido a mi Hijo que, a través del amor, les conceda la unión por medio de Él, la unión entre ustedes, la unión entre ustedes y sus pastores. Mi Hijo se da a ustedes siempre y nuevamente a través de ellos y renueva vuestra alma. No olviden esto. ¡Les doy las gracias!»