«Queridos hijos, con amor materno, quiero enseñarles la sinceridad, porque deseo que en su obrar, como apóstoles míos, sean correctos, decididos y sobre todo sinceros. Deseo que, con la gracia de Dios, estén abiertos a la bendición. Deseo que, con el ayuno y la oración, obtengan del Padre Celestial el conocimiento de lo que es natural, santo y divino. Llenos de conocimiento -y bajo la protección de mi Hijo y de la mía-, serán mis apóstoles que sabrán difundir la Palabra de Dios a los que no la conocen, y sabrán superar los obstáculos que encontrarán en el camino. Hijos míos, por medio de la bendición, la gracia de Dios descenderá sobre ustedes y podrán conservarla mediante el ayuno, la oración, la purificación y la reconciliación. Tendrán así la eficacia que pido de ustedes. Oren por sus pastores para que el rayo de la gracia de Dios ilumine sus caminos. ¡Les agradezco!»