«Queridos hijos, de nuevo los llamo maternalmente: no sean duros de corazón. No cierren los ojos a las advertencias que el Padre Celestial por amor les envía. ¿Lo aman sobre todas las cosas? ¿Se arrepienten de que a menudo olvidan que el Padre Celestial, por su gran amor, envió a su Hijo para redimirnos con la cruz? ¿Se arrepienten de que todavía no aceptan el mensaje? Hijos míos, no opongan resistencia al amor de mi Hijo, no opongan resistencia a la esperanza y a la paz. Con vuestra oración y vuestro ayuno, mi Hijo con su cruz disipará las tinieblas que quieren envolverlos y someterlos. Él les dará fuerza para una vida nueva. Al vivirla según mi Hijo, ustedes serán bendición y esperanza para todos los pecadores que deambulan en las tinieblas del pecado. Hijos míos, ¡velen! Yo, como Madre, velo con ustedes. Especialmente oro y velo por aquellos que mi Hijo ha llamado a ser para ustedes portadores de luz y portadores de esperanza; por sus pastores. ¡Les doy las gracias!»