María Santísima vino particularmente contenta y feliz. Ha saludado a todos con su saludo habitual: “¡Sea alabado Jesús, queridos hijos míos!”.
Con las manos extendidas ha dado su bendición maternal sobre todos nosotros. Luego ha dicho: “Queridos hijos, también esta noche les traigo el Amor. Lleven el amor a los demás en estos tiempos inquietos. Lleven la esperanza, particularmente a aquellos que están sin esperanza. Lleven la paz a todos aquellos en quienes ha entrado la inquietud. Queridos hijos, este es un tiempo de gran tentación, pero, al mismo tiempo, es tiempo de grandes gracias; por lo tanto, queridos hijos, acojan este tiempo de pruebas para poder salir de él purificados en la fe. La Madre ora por cada uno de ustedes e intercede ante su Hijo por cada uno de ustedes. ¡Gracias queridos hijos porque también hoy han respondido a mi llamado!”.
Luego, la Santa Virgen continuó orando sobre nosotros hasta que se marchó en el signo de la luz y de la cruz, saludándonos con las palabras: “¡Vayan en paz, queridos hijos míos!”.
Después, Ivan tuvo un diálogo personal con la Virgen y destacó la invitación de la Madre al amor, la paz y la esperanza, particularmente porque somos nosotros quienes debemos llevar al mundo estos valores. No debemos temer por los sufrimientos porque son para la purificación, porque son acciones que nos acercan al Señor.