Los Misioneros de la Misericordia prestan un importante servicio a la Iglesia, especialmente como ministros del Sacramento de la Reconciliación, incluso en los lugares donde la presencia de católicos es más limitada, pues recorren muchos kilómetros para llegar a las distintas comunidades. De hecho, los misioneros proceden de una gran variedad de países, como Argentina, Brasil, Colombia, Costa Rica, Panamá, Venezuela, Líbano, Filipinas, India y Vietnam. También hay una presencia importante de África: Nigeria, Mali, Malawi, Kenia, Costa de Marfil, Ghana, Guinea y Camerún. En particular, hay algunos sacerdotes de Ucrania, para los que se obtuvo un visado especial para salir del país. Estos sacerdotes proceden de las regiones del oeste de Ucrania: la provincia de Chmel’nyc’kyj, la provincia de Chernivci, la región de Ternopil y Hnizdychiv en la provincia de Lviv. Un gran número de misioneros vienen de Estados Unidos y Europa.

Los misioneros de la misericordia están incluidos dentro del Dicasterio para la evangelización, en la constitucion apostolica PREDICATE EVANGELIO sobre la curia romana que entrará en vigor el próximo 5 de junio, solemnidad de Pentecostés, especificamente en el articulo 59 § 2: La evangelización se realiza en particular mediante el anuncio de la misericordia divina, a través de múltiples modos y expresiones. A este fin contribuye de manera particular la acción específica de los Misioneros de la Misericordia, para quienes la Sección promueve y apoya la formación y ofrece criterios para la acción pastoral. 

De este modo los misioneros cada dos años deben acudir a Roma para su continua formación y cercania con el Santo Padre.

¿Cómo nació este movimiento?

En mayo de 2015 el Vaticano lanzó una convocatoria para encontrar a los potenciales «misioneros. Entre los requisitos que se pedían: era ser «Artífices de un encuentro cargado de humanidad. Predicadores convincentes de la misericordia. Anunciadores de la alegría del perdón. Confesores accesibles, amables, compasivos». Los que desearan solicitar el cargo debían tener una carta de presentación de su propio obispo en la que «se acredite la idoneidad para llevar a cabo este ministerio».

Para lanzar la convocatoria el arzobispo Rino Fisichella, presidente del Consejo Pontificio para la Promoción de la Nueva Evangelización, explicó que los Misioneros de la Misericordia serían enviados alrededor del mundo a predicar, ridigir retiros espirituales y escuchar confesiones. Así, en noviembre de 2015, cuando se cerró la convocatoria, el Vaticano comenzó la labor de selección y finalmente más de mil sacerdotes fueron nombrados como «misioneros de la misericordia».

¿En qué consiste su misión?

En una ocasión el Papa Francisco mencionó: “Ser misionero de la misericordia es una responsabilidad que les es confiada a ustedes porque se les pide ser en primera persona testimonio de la cercanía de Dios y de su modo de amar

La Santa Sede ha precisado al respecto que si bien todos los sacerdotes pueden perdonar el pecado del aborto desde el Año Santo de la Misericordia, sin embargo, los misioneros están facultados exclusivamente a otros pecados graves. Estos pecados incluyen:

  1. La violación o profanación de la eucaristía (el pan y vino consagrados). Según Fisichella éstos «ocurren mucho más frecuentemente de lo que uno pudiera pensar».
  2. Podrán otorgar «absolución a un cómplice en un pecado contra el sexto mandamiento» (No cometerás actos impuros). Es decir, podrá absolver de pecado a la persona con quien el pecador ha cometido un «acto impuro».
  3. La ordenación no autorizada de un obispo, «en la cual es penado tanto el obispo que realiza ordenación como el obispo que es ordenado».
  4. La violación del secreto de la confesión cometida por un confesor, que el arzobispo Fiscichella llama «uno de los elementos más preciosos que la Iglesia posee».
  5. La violencia física contra el Sumo Pontífice. En este último punto hay cierta confusión sobre lo que incluye «violencia física». Según Fisichella «en ocasiones, las palabras, también, son rocas y piedras, y por lo tanto pienso que estos también son pecados y están mucho más extendidos de lo que podríamos pensar».
¿Qué cualidades debe tener un misionero de la misericordia?

Los misioneros que han sido elegidos para esta misión están llamados a expresar la maternidad de la Iglesia. La Iglesia es Madre porque genera siempre nuevos hijos en la fe, además es Madre porque nutre la fe; y también porque ofrece el perdón de Dios, regenerando a una nueva vida, fruto de la conversión.

No podemos correr el riesgo de que un penitente no perciba la presencia materna de la Iglesia que lo acoge y lo ama. Si viniera a menos esta percepción, a causa de nuestra rigidez, sería un daño grave en primer lugar para la fe misma, porque impediría al penitente verse insertado en el cuerpo de Cristo. Además, limitaría mucho el que se sintiera parte de una comunidad. El Papa Francisco pidió a los sacerdotes que “entrando en el confesionario, acordémonos que es Cristo quien acoge, es Cristo quien escucha, es Cristo quien perdona, es Cristo quien dona la paz”. Nosotros somos sus ministros, y somos los primeros en necesitar ser perdonados por Él, por tanto, cualquiera que sea el pecado que sea confesado, cada misionero está llamado a recordar la propia existencia de pecador y a servir humildemente como “canal» de la misericordia de Dios.

Otro aspecto es el de saber observar el deseo de perdón presente en el corazón del penitente. Es un deseo fruto de la gracia y de su acción en la vida de las personas, que permite sentir la nostalgia de Dios, de su amor y de su casa. Hay que dar gran espacio a este deseo de Dios y de su perdón, así como hacerlo emerger como verdadera expresión de la gracia del Espíritu que lleva a la conversión del corazón. Otro tema que no se habla mucho es sobre “la vergüenza”. No es fácil ponerse delante de otro hombre, sabiendo que es Dios y confesar el pecado, la vergüenza es un sentimiento íntimo que incide en la vida personal y requiere de parte del confesor una actitud de respeto y ánimo. Ante un confesor hay una persona ‘desnuda’, con su debilidad y sus límites, con la vergüenza de ser pecador.

No olvidemos que ante un confesor no existe el pecado, sino el pecador arrepentido. Una persona que siente el deseo de ser escuchada y perdonada, un pecador que promete no querer alejarse más de la casa del Padre y que, con las pocas fuerzas que encuentra, quiere hacer todo lo posible para vivir como hijo de Dios”. En una ocasión el Papa concluyó que “no estamos llamados a juzgar, con un sentido de superioridad, como si fuésemos inmunes al pecado” sino todo lo contrario: “ser confesor según el corazón de Cristo equivale a cubrir al pecador con la cubierta de la misericordia, para que no se avergüence más y pueda recuperar la alegría de su dignidad filial”. Un misionero de la misericordia lleva sobre sus propias espaldas al pecador y lo consuela con la fuerza de la compasión, en la confesión, el corazón se vuelve a Dios reconociendo el mal hecho, pero con la esperanza de obtener el perdón y estedeseo se refuerza cuando se decide en el propio corazón cambiar de vida y no querer pecar más.